ANDREA VÁZQUEZ

27.01.2013 23:39

 

       Su belleza era peculiar, para gustos los colores, pero la mayoría de la gente la calificaría con un adjetivo poco agradable. Su piel rugosa, sus ojos negros, su mirada penetrante y aquella cicatriz en el pómulo derecho, hacían que un escalofrío te recorriera todo el cuerpo. Su larga, enredada y canosa cabellera hacía contraste con la gran túnica negra que cubría todo su cuerpo. De su fino cuello colgaba una especie de colgante con una llave, una llave antigua, de color oro y en la parte superior se podía ver una inscripción que no conseguí descifrar. Por su físico, vestimenta y expresión, a aquella anciana la cubría el misterio, siempre silenciosa y solitaria. Su rostro reflejaba preocupación, ¿Tendría algo que ver esa extraña llave con aquella inscripción?, no lo sé, pero de lo que si estoy segura es de que ocultaba algo, un pequeño brillo en sus ojos, su rápido pero firme caminar a pesar de su edad, su agitada palpitación y aquella costumbre de mirar hacia todos los lados como si el peligro la acechase, lo decía todo pero al mismo tiempo no decía nada.